Periodo vacacional y todos aprovechamos para darnos una escapadita, un par de días o incluso una semana. Lo importante fue viajar.
Mi destino, Tecolutla, Veracruz, sin duda me enamoré; ver el atardecer en la playa, esa tranquilidad que te da mirar al mar, los niños jugando en la arena, construyendo sus castillos, huyendo de las olas, caminar acompañada en la orilla del mar, llegar al centro del lugar, todos negocios locales, los lugareños ofreciéndote mariscos, toritos, una artesanía, un recuerdo.
Cenamos en un local donde había tacos, antojitos mexicanos, probé los molotes veracruzanos, hechos con masa de maíz rellenos de papa y carne de puerco, adornados con lechuga, queso, salsa y que te deja un buen sabor de boca, por otro lado, las pellizcadas, las cuales son conocidas en otros lados del país como gorditas, las había de pastor, cabeza, suadero.
Por la noche nos sentamos en una banca del jardín, la mayoría de la gente con un helado, un smothie o esquimo en la mano. Un ambiente muy familiar, muy acogedor, memorable. La gente te hace sentir como en casa, fue como estar una noche en la feria del pueblo.
De camino al hotel a dos cuadras del kiosco había un grupo de personas bailando salsa en la calle, todos coordinados, animados, enfiestados, fue muy agradable verlos bailar, fue la cereza del pastel a esa noche por las calles de Tecolutla.
La mañana del siguiente día tuvimos la fortuna de ver una liberación de tortugas, en lo personal ya he vivido esa experiencia anteriormente, pero es hermoso volver a vivirlo, ver la cara de las personas y el cuidado que le ponen al liberarlas, en especial la cara de los niños es alentador, considero que es un buen comienzo para que respeten la vida de cualquier especie.
Y en la entrada de la playa este letrero…
Lo más impresionante es que a pesar de ver esto, aún encontramos basura, ¿qué más necesitamos para realmente tener la conciencia de no tirar nuestros desechos?
Sin embargo fue una experiencia diferente, peculiar, pude observar que todo es local, los hoteles, restaurantes, pequeños establecimientos, ninguna cadena hotelera de gran turismo alrededor, lo cual se aprecia demasiado.
Considero que es uno de los pocos destinos de playa que aún conservan su esencia, que aún no han sido invadidos por los grandes empresarios turísticos nacionales o internacionales.
Te deja un buen sabor de boca, unas ganas enormes de regresar, una combinación perfecta.
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