No es sólo viajar por viajar, por tener una foto bonita o por un lugar menos a tu lista; en cada viaje te llevas grabado en la memoria y en el corazón momentos memorables que tal vez no se repetirán.
Suelen ser instantes tan sencillos como caminar en la noche con tus amigos por las calles de Querétaro, observar a la gente local y foránea, entrar a un café, beber un chocolate frío mientras escuchas música en vivo y hacer de esa, una noche encantada.
Salir del trabajo y con ayuda del GPS llegar a un lugar donde ni siquiera tenías idea del rumbo que había que tomar, solo para ir por tu tan anhelada gorra del bordado tradicional, los “Tenangos”; ir incluso con la ropa menos adecuada para el destino, pero que esa decisión ya te cambió la semana.
Andar por la sierra gorda de Querétaro, empapada de frío, encontrar un pequeño restaurante donde te ofrecen chocolate caliente y pan de muerto recién horneado, tradición que la familia solo hace para su altar de muertos pero que te lo ofrece, seguramente con la finalidad de enamorarte por el estómago, y lo logran, pues el sabor es único y exquisito.
Estar a cientos de metros de altura en el Faro de Mazatlán, con el alma en un hilo porque como yo, tal vez hay varios que temen a las alturas, pero que vale la pena el paisaje, observar la infinidad del mar, sentir el viento correr en tu rostro y darte cuenta, una vez más, el espacio insignificante que somos en este enorme mundo.
Encontrar a gente amable, servicial, divertida, que te cuenta la historia del lugar, lo mejor que hay por visitar o simplemente la más sencilla anécdota, eso, te hace sentir en casa.
Viajar en otro estado, hablar con el vecino de mesa en una taquería, y que reconozca tu estado de origen por la gastronomía: los famosos pastes y la barbacoa “esa si es barbacoa”; o andar en otro país de Centroamérica y que al entrar a cualquier establecimiento la gente te vea y te diga “eres Mexicana”… sí, soy mexicana, orgullosa de mis raíces, de mi cultura, de mi gente, soy Hidalguense: orgullosa de la barbacoa, los pastes y los Tenangos.
Viajo para conocer otras culturas, otras formas de vida, para llenar mis pupilas de paisajes inigualables, para enriquecerme de sonrisas en el rostro de las personas, y para llenar mi memoria de todos esos tesoros.