Hoy de repente reflexionando sobre el relato “el impulso del turismo y la cosmovisión cultural”, he concluido que fueron experiencias de vida y que en algún momento llegaron a doler por lo verdaderas que resultaron.
No puedo decir cuántas veces he recreado sus costumbres en mi quehacer diario y he sido asidua de sus enseñanzas para tomar decisiones personales y profesionales. A pesar de que algunas me hayan causado una dicotomía de emociones, cargadas por una parte de felicidad, emoción, pasión y realización, y por otra de frustración por las formas de transculturización que gestionan algunos profesionales para atender intereses personales o de ciertos grupos.
Como les he contado, a pesar de ser unos grandes desconocidos en los lugares y con los pobladores en donde interactuábamos laboralmente y a veces personalmente, nos abrazaban los cinco sentidos en experiencias inspiradoras. Es un desahogo, una fuente de inspiración eterna. ¿Quién más está de acuerdo?
La vida en estas tierras ancestrales o poblados autóctonos se expresa y fluye distinto a donde “los criollos” nos desenvolvemos. Sus deseos y ambiciones están fundamentados en beneficios para sus comunidades y perpetuar su cultura e idiosincrasia.
Cada poblado tiene su propia huella y nosotros, los que de alguna forma debemos interactuar con ellos, hemos de entenderla, respetarla y aprender de sus formas de convivencia. Una manera de armonizar nuestro entorno con sus ideologías. Pues te digo que eso es fundamental. Lo que nunca entendieron los personajes que quisieron entorpecer el desarrollo de los “ecoparadores turísticos” en la Gran Sabana, Venezuela.
¿Ohh, vaya… creías que me había olvidado? Las promesas son una deuda. Te invito a recrearte en esta aventura conmigo y conocer el final de la historia.
El proyecto de “ecoparadores turísticos” había sido validado por los “stakeholders” y financiado por una organización internacional: concebido como una obra de expresión y funcionabilidad en donde la cultura, el turismo y la tecnología se fundían interdependientemente.
Eran conscientes que los riesgos de emprender proyectos con diversos sectores son grandes, más aún cuando se gestionan con sectores públicos. Al menor cambio en la dirección de las instituciones puede afectar el concepto generador, su desarrollo o su implantación y romper así el encanto logrado de las reuniones constantes con los pobladores de los lugares donde se desenvuelven.
El universo mágico de los “ecoparadores” se había hecho más poderoso, con mucha dosis de simbiosis, cooperación, respeto, adaptación y “memoria viva”. Casi como una hermandad donde no hablábamos pero estábamos y sentíamos. Con la sola presencia de los miembros del equipo y la comunidad indígena, se enaltecía ese halo fantástico que se había cocinado durante meses en fogones de “totumeos” y preparación de alimentos y bebidas, rondas de historias y leyendas, miradas y complicidades intrínsecas, ¿y por qué no? conversaciones internas con los ancestros.
Pero como en toda leyenda, fuerzas externas, casi completamente desconocidas, con un poder de autoridad superior, intervinieron en la dinámica del proyecto para alterar sus cualidades y reencauzar su visión hacia beneficios de grupos particulares afectos o con otros intereses distintos a los de beneficiar a los pueblos indígenas.
Algunos fuimos instruidos a cambiar el concepto del uso de los “ecoparadores” e implantarlos en lugares con toponimia y topografía distinta a las poblaciones no autóctonas cercanas al eje vial carretero de la Ruta Gran Sabana. Otros fueron relevados de sus funciones dentro del equipo. A las comunidades involucradas se les comunicó que los financistas habían suspendidos los fondos por razones presupuestarias.
¡Quizás pensaron que el proyecto había acabado para esos pueblos!
¡Error!
La magia de los poblados nativos que ha resistido atrevidamente a la era tecnológica, se transformó en una protesta general de más de 12 comunidades indígenas aledañas al corredor vial de la Ruta Gran Sabana, cuyo eje carretero comunica el sur con el centro del país y con poblaciones importantes del vecino Brasil. Fue como una gran ola que se generó en pocas horas. Los involucrados estaban atónitos por la forma como se propagó la información tan rápido, dado las distancias de horas entre ellas y el escaso sistema de comunicación.
Los nativos se encontraban “a pie de guerra” pero sin armas: con solamente troncos de árboles y materiales propios de la zona, clausuraron el tramo vial por varios días, impidiendo así el desplazamiento personal, comercial e intercambio económico internacional.
Una tierra encantada se abría ante un mundo globalizado para reclamar sus derechos. Han preservado de sus antepasados que los acuerdos son sagrados y que las promesas hay que mantenerlas. ¡Una manera de recordarnos que también por allí transita nuestra identidad como región o país!
Eso solo lo podían hacer héroes dotados de una fuerza mística, generada por las tradiciones orales populares cuyo trasfondo de aprendizajes, valores, sueños y mensajes secretos, se hacían cada vez más vigentes e imprescindibles que nunca, enseñándonos que “a veces más vale maña que fuerza” para hacer valer su herencia. Lo demás fue sencillo, gracias a sus habilidades para hacerse entender, respetar y defender a su gente.
Te tengo que expresar que fuimos testigos de una “batalla mágica” con un episodio turístico épico e inolvidable, gracias a los salvadores de los “ecoparadores”. Si no, no se hubiesen edificado y puesto en funcionamiento esas innovadoras obras y generar los beneficios a quienes más lo necesitaban y por lo cual fueron concebidos.
Es posible que esas fuerzas externas siempre se acuerden de aquel suceso porque, al final, en lugar de cambiar el rumbo de un proyecto, propiciaron una expansión, casi como “big bang”, de una fuerza universal y ancestral que ejercen pobladores para defender lo que les corresponde.
¡Hay momentos que deberían ser eternos! Un gran aprendizaje activo.
Los últimos 18 meses nos han enseñado más que nunca a valorar las pequeñas cosas y a recrearnos en las historias vividas en esas tierras encantadas, a vivir el presente y a disfrutar la magia de nuestra vida cotidiana.
Te invito a echar un buen vistazo a la mezcla de tradición y modernidad en las ciudades y cómo vemos nuestro lugar en el mundo luego de la pandemia.
¡Espero haber merecido su tiempo!