El marketing digital se ha convertido en una herramienta fundamental para la promoción y visualización empresarial. Dentro de sus aristas, está el marketing de influencers, que consiste en una estrategia en donde de común acuerdo se logra una “colaboración” entre una marca y una persona “influyente” para que difunda y promocione dicha marca, cuyo objetivo es incrementar la visibilización, el tráfico a la web, y/o el número de seguidores y que todo ello redunde en un incremento de las ventas del negocio.
La viralidad y creciente demanda por el uso de las redes sociales ha logrado posicionar la labor del influencer como una de las más deseadas por los jóvenes, incluso por encima de profesiones tradicionales y actividades artísticas, como la pintura, la danza, el teatro, el canto y otras que anteriormente ocupaban los primeros lugares de preferencia, entre otras cosas por los aparentemente ingresos altos y rápidos que logran, dos características que resultan muy atractivas.
Ante la necesidad de los negocios de posicionarse en el mercado, ha crecido el marketing de influencers, pero no siempre es garantía de cumplir con las expectativas para las que se les contratan.
Influenciar es la capacidad de persuadir, inspirar o motivar a una audiencia. En este entendido, la capacidad que tienen los “Influencers” de atraer públicos y mover masas, es fácilmente rebatible. El que una persona cuente con determinada popularidad no es sinónimo de que sus seguidores vayan a adquirir el producto o servicio que promociona.
En el sector turístico, esta forma de promoción cada vez se ha popularizado más, tanto con casos de éxito como de fracaso. Por ello, es importante verificar, entre otras cosas, su idoneidad, sus estudios, experiencia y resultados de anteriores campañas y no dejarse apantallar solo por la cantidad de seguidores que en algunas ocasiones pueden ser falsos.
En realidad, todos tenemos la capacidad de «influenciar». Un cliente satisfecho que disfrutó plenamente de nuestros servicios puede recomendarnos entre sus conocidos sin esperar algo a cambio, solo por mero agradecimiento. Y con una estrategia adecuada podemos mantener una relación duradera y sólida con él y con ellos, con el objetivo de conseguir su lealtad.
Además, no debemos olvidar que nosotros, propietarios de la marca, somos los primeros promotores del negocio y, por tanto, el principal influenciador, que además, permeamos en nuestra gente cercana que son testigos del esfuerzo y disciplina que le ponemos a nuestro trabajo. De igual forma, el compromiso de los empleados y sus familiares para promover la actividad que les está dando el sustento familiar debería ser una tarea obvia, pero que en muchas ocasiones no se realiza, quizá por falta de motivación o desconocimiento.
Revisemos qué está diciendo de nuestra marca nuestro círculo cercano: si logramos que cada una de estas personas nos ayude con una promoción efectiva, las posibilidades de que sus conocidos se acerquen a nosotros aumentarán, y ellos son prospectos que tienen una mayor posibilidad de consumir nuestros productos o servicios contra los miles de seguidores que puede tener un «influencer».