No hace mucho tiempo, los turistas nos conformábamos con ir a un destino de sol y playa, refugiarnos en el hotel, en la alberca y desconectarnos del mundo por unos días. Tiempo que aprovechábamos para olvidarnos de nuestra rutina diaria, descansar, desestresarnos, dormir y divertirnos de una manera en la que estemos lo menos activos posible.
Esta forma de turismo, llamado «turismo industrial» por Sergio Molina en su libro «Turismo creativo: el fin de la competitividad», es un tipo de turismo que se desarrolla gracias al despojo de propiedades, el desplazamiento de la comunidad y a la forzada de establecimientos industriales junto a sitios patrimoniales y arqueológicos de calidad.
Hoy en día con la llegada de nuevas generaciones, también surgen nuevas formas de hacer turismo, mismas que exigen una participación más activa por parte del visitante y la necesidad de inmersión en la cultura que se está visitando.
Son conocidos el turismo cultural, el turismo sustentable, el turismo rural, el turismo de aventura y otros tantos que permiten además de una colaboración directa con el lugar visitado y la gente que habita en él, una participación responsable y consciente. Y este mismo sentido, surge el turismo creativo.
En el año 2000, Crispin Raymon y Greg Richards definieron el término turismo creativo de la siguiente manera: “Turismo que ofrece a los visitantes la oportunidad de desarrollar su potencial creativo a través de la participación activa en cursos o experiencias de aprendizaje del destino que se está visitando”.
Durante la conferencia internacional sobre turismo creativo realizada en el 2006 se dio una nueva definición: “Un turismo en el que el visitante tiene una interacción educativa, emocional, social y participativa con el lugar, su cultura y sus autóctonos. Los turistas se sienten en estos destinos como ciudadanos”.
En la más reciente conceptualización de este tipo de turismo de Jelincic y Zuvela en el 2012 (tomada del sitio creativetourismnetwork) lo definen de la siguiente manera: “Nuevo tipo de turismo donde los recursos naturales, culturales y personales no son manipulados ni explotados sino que valorados y enriquecidos».
Por lo tanto, al haber cooperación directa entre el turista y el habitante del destino, se intenta concientizar sobre las necesidades del lugar y se invita al turista a no dañar su entorno; a la par que genera derrama económica que va directamente a la población local.
Algunas de las características del turismo creativo son:
- Diversificación del turismo sin inversión.
- Desarrollo de la cultura del lugar.
- Empoderamiento de los habitantes del destino.
- Autenticidad y sustentabilidad.
- Mejor distribución de la riqueza.
- Recuperar el patrimonio intangible.
Bien podrías aprender a hacer croissants en París con panaderos expertos, tomar cursos de artes marciales en países asiáticos, convertirte por unos días en un DJ en Ibiza, apoyar en la preparación de carnavales en el Caribe, tomar clases de cerámica y alfarería en Tlaquepaque (Jalisco) o crear tu propia barrica en Tequila.
Las opciones tanto en México como en el mundo son variadas, enriquecedoras y te darán la oportunidad de descubrir y experimentar a fondo una cultura distinta a la tuya.