¿Inteligencia espiritual y deporte?, ¿turismo?… Se preguntarán qué tiene que ver la inteligencia espiritual con el deporte, y algo más: ¿cómo se relacionan estos dos con el turismo? En esta ocasión veremos de qué manera se articulan estas tres y cómo permite una el desarrollo de las otras.
Empezamos con la inteligencia espiritual, recomiendo un libro que trata a profundidad este tema: inteligencia espiritual (2010).
La inteligencia espiritual es aquella que conlleva a la trascendencia. Que se mira con los ojos de la contemplación y busca darle sentido a la vida desde un plano espiritual que no se deja llevar por formas. También, no se limita al plano terrenal y mira de una manera más significativa las cosas. En la que dejas de ser un “yo” te conviertes en un “nosotros”, eliminando todo pensamiento de ego narcisista que existe en nosotros como seres humanos. Es la capacidad de relacionarnos con el todo.
Por otra parte, tenemos el deporte: se mira como aquellas actividades que nos permiten desarrollar nuestra salud física, corporeidad y también el cambio de aspectos fundamentales en nuestras vidas como lo es el orden, la disciplina, autocontrol y entre otros.
Ahora relacionando el deporte con la inteligencia espiritual, el deporte no solo te permite llevar un estilo de vida saludable y mejor apariencia física. El fin de este es mucho más transcendental, y permite el desarrollo completo de una persona en lo social, físico, psíquico y espiritual.
Francesc Torralba habla en su libro Inteligencia Espiritual y Deporte (2016) en el IV capítulo titulado “Deporte e inteligencia espiritual” de cómo el deporte es una clave fundamental para el desarrollo integral y más completa de la inteligencia antes mencionada. En el libro se menciona al teólogo francés Louis Vaillancourt, que dice que la práctica del deporte conlleva a un aspecto interior.
El punto de partida de la práctica deportiva puede ser clave para un cambio radical de hábitos de vida, generalmente en la mejora de la salud, pero, así como él dice, muchas personas adquieren, como consecuencia, una manera de reorientación de toda su vida. Entonces, nace la necesidad de comer mejor, la mejora de disciplina, orden. Pero, también puede haber una motivación vinculada a la búsqueda del sentido de estar ahí. La práctica del deporte estimula a la autoconciencia, que es el proceso en el que el ser humano se percata del mero hecho de estar vivo, es darse cuenta de su existencia en este plano terrenal y nace con el sentimiento de gratitud, agradece por las montañas, por los mares, por los bosques, y por toda esa constelación de escenarios que se les ha sido regalado, que permitirán el desarrollo de la actividad deportiva.
Estimula también el autoconocimiento, otro de los poderes de la inteligencia espiritual. El practicante de deporte se ve constantemente sometido a pruebas que le permitirán conocerse a sí mismo, sus alcances, sus debilidades. Esta es una de la manera en la que el deporte permite el desarrollo de la espiritualidad en el hombre. Francesc escribe:
“es a través de la actividad que uno se percata de cómo es, de qué recursos dispone, de cómo reacciona frente a las contrariedades (…) uno se descubre tal y como es, con sus límites y sus posibilidades”.
Estos son solo algunos aspectos de la inteligencia espiritual en la que el deporte influye en su desarrollo. Hay otros aspectos como la autotranscendencia, que es la capacidad que nos brinda la inteligencia espiritual de ir más allá del ser, es más que todo un hecho filosófico. Se trata de cruzar el límite entre lo que es posible y lo que no. Francesc escribe: “la autotranscendecia es ir más allá de sí mismo, superar la perspectiva del yo para abrirse a la dimensión de un nosotros”. El deporte es una forma de trascendencia.
Dice el papa Francisco: “la práctica del deporte, de hecho, estimula una sana superación de sí mismo y de los propios egoísmos, alienta el espíritu de sacrificio y, bien llevado, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto a las reglas”.
Un verdadero deportista nunca se conforma, alcanza una meta y va por otra, se esfuerza y se supera a sí mismo alcanzando y desmintiendo límites que nos ponemos nosotros mismos. Francesc menciona en su libro a José Mario Cajigal, quien escribe: “Si mañana alcanzo la meta de hoy propuesta, pasado mañana esta será rebasada. Todo ello descubre uno de los más rotundos valores morales del deporte: el espíritu de superación”. Estimula el desarrollo de otros poderes que nos brinda la inteligencia espiritual” como la interrogación por el sentido, la experiencia contemplativa, tomar distancia de la vida cotidiana, que nos hace darnos cuenta de cómo está siendo nuestra vida, nos ayudará a elaborar planes de acción y a una retroalimentación para llegar a la auto superación.
Con esto podemos darnos cuenta cómo el deporte efectivamente contribuye al desarrollo de la espiritualidad en el ser humano.
El turismo son aquellas actividades que realiza una persona al desplazarse a un destino distinto a su lugar de residencia. Existen diferentes tipos de turismo como lo son: turismo deportivo, turismo de naturaleza, turismo rural, entre otros. Relacionándolo con este, se preguntarán de qué manera se conectan estas, y se resume a una palabra que es el punto conector y mediador que permite el desarrollo de las actividades mencionadas y por ende su desarrollo: La naturaleza. La principal red del turismo que permite la realización ya que es una necesidad del hombre para satisfacer sus necesidades y su ocio, que sin darte cuenta puede llegar a reorientar el sentido de vida de una persona.
El turismo nace de la necesidad que tiene el hombre de escapar de la realidad y tomarse un tiempo de la cotidianeidad, Este siendo un poder de la inteligencia espiritual se estimula y empieza a mejorar y trascender. Pues es la necesidad también de pertenecer con la naturaleza, dejar atrás el ego y abrirnos a la totalidad.
Ahora bien, el deporte, podemos enlazarlo con el turismo aparte de las actividades turísticas como lo es: el turismo de deporte, pues un alpinista al ir a una montaña, no solamente va allá y practica un deporte, sino que, a su vez, realiza un tipo de turismo como lo es el deportivo, al mismo tiempo estimula los poderes de la inteligencia espiritual. En el caso de los turistas, al realizar el turismo deportivo, logran conectarse con su entorno, con el medio ambiente, sentirse vivos, encontrar gusto por el deporte y posiblemente una nueva orientación a su vida.
Ejecutar actividades de turismo también estimula la autoconciencia. Así como cuando un atleta sale a correr por la mañana descubriéndose a sí mismo, tomando autoconciencia, y empieza agradecer por tan hermosos paisajes que se le han brindado al ser humano, y en ese transcurso nace el cuestionamiento por el sentido de estar ahí y qué ganará con eso.
El turista logra trascender, conectarse con un todo, expandiendo su mente y superándose así mismo. Alimenta su inteligencia espiritual mediante la contemplación de la naturaleza y escenarios, la toma de conciencia, al darse cuenta que está ahí y que está existiendo, cuando toma distancia de la cotidianidad, y empieza a ser espectador de su vida con el fin de automatizarse y darse cuenta de cómo está actuando y qué debe hacer, cómo lo va a hacer e infinidades de preguntas que parten de una necesidad de crecimiento y autoanálisis.
Turismo contribuye a la autotranscendecia y a conectarse a un todo, ya que su fin es conservar, cuidar y defender al medio ambiente, estimula la necesidad a las personas de velar por el cuidado de aquel escenario que es fuente esencial para el turismo, deporte e inteligencia espiritual.
Con esto podemos concluir que la conexión existe, y que el turismo también es un medio que estimula y aumenta la espiritualidad no solo mediante la meditación, sino también, mediante las actividades de deporte que el turismo permite que se realicen y del medio que atrapa a estas tres y permite el desarrollo de tal constelación, es decir, en el cual el ser humano entiende que es uno con la naturaleza. Porque después, de todo de lo que botan los arboles nos alimentamos nosotros; y de lo que nosotros botamos se alimentan los árboles.