A partir de la denominada masificación del turismo se fueron gestando distintas tipologías como emergentes del tradicional modelo de sol y playa, entre las que podemos mencionar el turismo comunitario, el turismo urbano, el ecoturismo, el turismo slow, entre otros. Estas formas o tipologías responden a nuevas necesidades de un turista que se percibe más consciente y que va en búsqueda de experiencias estrechamente vinculadas con el respeto al medio que lo rodea.
Por lo tanto, en línea con las nuevas alternativas, aparece el turismo naranja que implica la sostenibilidad y la generación de desarrollo a partir de la gestión responsable del patrimonio cultural, la producción artística y las industrias culturales y creativas (Tresserras, 2015).
Sin embargo, es importante señalar que para que esta forma pueda ser considerada “naranja” requiere la participación del visitante, es decir, tener una experiencia de aprendizaje. Y, por otra parte, la comunidad anfitriona debe intervenir activamente e involucrarse en esta tarea de enseñanza. Es decir, el turismo naranja consiste en un modelo de participación en la vida local donde el objetivo es conectar y sentirse integrado con la cultura que se visita.
Alrededor del mundo hay muchos ejemplos que se llevan adelante bajo la modalidad “naranja” que incluye una gran variedad de opciones como, por ejemplo, elaborar el famoso pan baguette en París, aprender el tango en Buenos Aires o salir a pescar en Portugal. En Ibiza, la finca ecológica Fluxá ofrece paseos por su Jardín Botánico y en su recorrido se recogen las 18 plantas que se utilizarán para la elaboración de licor en sus talleres, donde se hace énfasis en la riqueza de los productos tradicionales de la tierra y el mar. Otro ejemplo lo constituye la plataforma Barcelona Creative Tourism, que tiene como objetivo ofrecerle al turista la posibilidad de descubrir la ciudad de Barcelona y sus alrededores de una manera creativa, interactuar con los lugareños y sentirse como ellos mismos, a través de clases de cocina catalana o de flamenco, entre otras interesantes oportunidades.
El turismo naranja representa una forma distinta de hacer turismo y de interpretarlo, también implica cambios en la actitud de los turistas y de sus motivaciones. Asimismo, constituye una posibilidad genuina de relación e interacción con los residentes, con lo que aumenta el valor del destino en sí mismo. Desde el punto de vista de la comunidad anfitriona, puede contribuir a generar oportunidades para el desarrollo local en tanto se respeten los pilares fundamentales de la sostenibilidad. Y precisamente en esta línea, es donde el turismo naranja marca una diferencia y se posiciona como una forma de turismo que ratifica estos principios, sobre todo en el contexto de crisis actual.
En este escenario en donde se estudian y planifican diversas posibilidades seguras de reactivación turística, las experiencias con grupos reducidos y a pocos kilómetros de casa ofrecen un escenario adaptado a los requerimientos de protección de la salud. Además, representa una enorme oportunidad para los destinos de recuperar su identidad que en muchas ocasiones ha sido reemplazada por una oferta turística globalizada. Por ello, el turismo naranja tendrá un papel destacado en la reactivación del sector.
Sin dudas, este mundo globalizado y cambiante nos confronta con grandes desafíos y también con un reto específico en relación a la actividad: la gestión responsable del turismo como única forma válida de construir y garantizar un futuro sostenible que asegure la continuidad de los recursos y el disfrute de los mismos, para las generaciones presentes y futuras.
Bibliografía
- Tresserras, J. (2015, 10 de agosto). El turismo naranja: el color del turismo cultural y creativo. Rumbo a una alianza estratégica entre los sectores cultural y turístico. https://www.hosteltur.com/comunidad/004289_el-turismo-naranja-el-color-del-turismo-cultural-y-creativo-rumbo-a-una-alianza-estrategica-entre-los-sectores-cultural-y-turistico.html