Me prometí contar esta experiencia en el momento que consideraba propicio, y ya que estamos en el mes más tenebroso del año, cae como bien se dice, «como anillo al dedo». Tengo que reconocer que la historia que les contaré aún me persigue con dudas, una pizca de escepticismo y un 90% de que lo que capturó la cámara de mi teléfono móvil, fue real.
Recuerdo que decidimos optar por hacer turismo oscuro, era época de universidad, la temporada ya empezaba a refrescar el ambiente y los compañeros como la que escribe, estábamos sumamente entusiasmados, a todos nos pone la piel de gallina todo esto de lo paranormal, pero a la misma vez nos encanta sentir esa adrenalina de la que después nos deja con migajas de inseguridades y miedos. En fin, nuestro destino fue el imponente cementerio Presbítero Maestro, ubicado en la ciudad de Lima, justo entre los barrios más de temer por su inseguridad ciudadana.
Ya en la entrada de aquel cementerio, llegando aproximadamente a las 7 de la noche, nos enrumbamos con el guiado, que para ser más temático, fue un disfrazado de monje ocultista. Todo estaba oscuro, solo las luces del alumbrado público de las calles de afuera nos brindaba sus débiles rayos naranjas.
Para describirles un poco sobre mi sensación personal, considero que ese era mi momento ideal de conocer parte de esas experiencias que algunos cuentan, pero que no siempre todos creen que pasaron, y bueno, me situé como una de las últimas personas en el recorrido para poder sentir esa sustancia paranormal, si es que la había. Seguimos con la visita de tumbas importantes como la de una joven bruja, personajes históricos y un etcétera más, con los sustos infaltables de caracterizados que venían ya en la temática del tour y como efectos especiales, los gritos de las chicas y quizás de algunos chicos, pero camuflados.
Llegó el momento entonces cuando que nos situamos en el mausoleo más grande del cementerio, en donde se hallan los restos del gran Miguel Grau, entre otros personajes históricos más. Era un mausoleo hermoso, contando sorpresivamente con un sótano muy particular y tumbas de mármol. Recuerdo que todos empezaban a fotografiarse en los diferentes ambientes, y no fui la excepción; en un instante me senté en el suelo de aquel balconcito que servía como descanso al llegar al sótano, me sentía cansada después de caminar regularmente entre tantas tumbas; seguido a eso saqué mi teléfono para tomar una foto literalmente sin sentido, ya que no iba dirigida a nadie y no iba a obtener algo tan remarcable por así decirlo, pero sí abarcando la cuarta parte de una pared en donde tenía grabada una escritura honorífica a los difuntos, como sea, simplemente capturé la imagen.
Sucede que después a llegar a casa me dispuse a revisar las fotografías de todo el recorrido, encontrándome con la que tomé sin supuesto sentido alguno: a simple vista no se visualizaba nada que llamara mi atención, pero hubo algo que sí lo hizo después de mirarla por repetidas ocasiones, y lo que hallé fue lo remarcado con un círculo rojo en la siguiente imagen:
Sí, una mujer.
Con un gesto indescifrable, un aparente vestido de época colonial, cabellos largos, joven y de espaldas, pero girando su rostro hacia… ¿mi cámara?
Pienso que a partir de aquí surgirán teorías que apoyen y que no también, lo revelado en la imagen, pero lo cierto es que en este punto surge lo interesante del llamativamente nombrado turismo oscuro, las experiencias en esta tipología turística de nuestra industria vienen a ser subjetivas, ya que este tipo de visitas a casonas, cementerios, o lugares con actividad paranormal, es disfrutado por el público tanto escéptico como creyente, un punto a favor para potenciar; la curiosidad atrae a todos sin excepción. Sin embargo, existe una necesidad para poder hacer que la experiencia que brindemos a nuestros viajeros o visitantes sea más involucrada en cómo se sienten antes, durante y después de este tipo de vivencias turísticas. Y ustedes se preguntarán, por qué menciono esas tres etapas; esto me conlleva a que en aquél momento finalizado el tour, los operadores podrían haber conectado más con nosotros como visitantes, sobre cómo vivimos la experiencia, evidenciando con lo que cada uno había obtenido, aprendido, sentido o captado en aquel tour nocturno, ya que puede sumar al marketing turístico posterior desde una perspectiva importante.
Y quizás desde antes podría haber hecho famosa a aquella señorita espectral que aparece claramente en mi fotografía.