Dentro de lo malo de la situación provocada mundialmente por la pandemia, hay algunas pocas cosas que podemos destacar como positivas. Una de ellas, es el replanteamiento del turismo como algo sostenible, no masificado. En definitiva, con la distancia social obligada, nos planteamos nuevas formas de viajar más inteligentes, tomando el tiempo de conectar con las personas, las comunidades locales, la cultura, la gastronomía de los lugares y el medio ambiente frente a un turismo de masas, de agendas imposibles y agotadoras.
Esto es lo que llamamos turismo sostenible o también, en otra variante, el turismo slow. Nacido en Italia, en la década de los años 80, el objetivo inicial de esta filosofía fue desacelerar el ritmo y pasar de lo “fast” a lo “slow”, como respuesta a la pérdida de identidad de las tradiciones locales, fomentado la producción de los propios lugares. Desde entonces, se ha intentado trasladarlo al turismo para que las personas se conecten a lo esencial durante sus vacaciones, lejos de multitudes y de estrés. Digo, se ha intentado porque, en muchas ocasiones, ha predominado, desafortunadamente, el turismo de masas. Por eso, actualmente, tenemos la oportunidad de repensar las cosas y plantearnos los viajes con conciencia ecológica, sostenible y saludable.
Los destinos de este tipo de turismo slow pueden ser incipientes o consolidados. A priori, todo son ventajas: más tranquilidad, más flexibilidad y un trato más cercano en los alojamientos turísticos.
Burgos: dos slow roads para un turismo tranquilo
Un ejemplo de ello, lo encontramos en España, en la provincia de Burgos (Castilla y León), a través de sus carreteras. Marcada por una diversidad geográfica como montes, valles, riberas, páramos o bosques de encinas, hayas y robles, la provincia de Burgos posee, además, una cultura y un patrimonio artístico de primer orden. Visitar todo esto puede ser un objetivo en sí mismo, pero también puede serlo, el viaje mismo, es decir, el propio camino, recorriendo las carreteras rurales de forma relajada.
Las slow roads o carreteras lentas de la Provincia de Burgos, como son la N-623, conocida como La carretera de los Sueños, y la BU – 910, que discurre entre Aranda de Duero y Hacinas son dos buenos ejemplos de ello, que nos permitirán poner a prueba ese turismo slow.
La N-623 permite admirar la naturaleza, el arte y el rico patrimonio existente en su recorrido, que comienza en la ciudad de Burgos y atraviesa el Páramo de Masa hasta Santander. El Parque Natural de Hoces del Alto Ebro y Rudrón con sus cañones, hoces, gargantas y desfiladeros configuran el paisaje de este lugar tan especial. Todos ellos regados por el río Ebro, que hacen del parque uno de los parajes más bellos e impactantes de toda la Península Ibérica. El río Rudrón, de cauce mucho menor, vierte sus aguas sobre el llamado «Pozo Azul», un estanque natural que, por su poca profundidad y su exposición al sol, luce en sus aguas un impresionante tono turquesa. Esta ruta permite, además de naturaleza, descubrir arquitectura de principios del siglo XX en Arija, degustar platos locales o practicar deportes acuáticos como el piragüismo. Al final del recorrido, conviene detenerse en el Valle de Valdebezana, al norte del territorio. Limítrofe con la vecina Cantabria, atesora dos grandes joyas del Románico: el Castillo de los Porras y la Iglesia de San Vicente de Villamezán.
La carretera BU-910 comunica Aranda de Duero con el pueblo de Hacinas, o lo que es lo mismo, conduce desde la Sierra de la Demanda a la Ribera del Duero, en un paisaje lleno de contrastes que alterna con pueblecitos encantadores como Caleruega, considerado uno de los más bonitos de España y con joyas del patrimonio cultural burgalés como Baños de Valdearados, donde destaca la villa romana descubierta en 1972, en la que se encontraron termas cuya agua provenía de la llamada Fuente de la Salud, o el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos. Este monumento es una de las joyas del románico en la provincia de Burgos, que no hay que perderse, en la que destacan, además de su planta exterior, su claustro interior con capiteles en los que se muestran escenas de la vida de Jesucristo, entre otros temas, en un ambiente de placidez y sosiego muy acorde con el turismo slow.
La naturaleza nos depara espectaculares vistas como los desfiladeros del río Mataviejas, que llega hasta Castroceniza, y Ura, además del de Yecla. Este último es uno de los paisajes que mejor representa los bosques de sabinas de nuestro país. Un recorrido que discurre en paralelo al río Arlanza, que riega bellísimos árboles de distintas especies. Además, es posible disfrutar de animales como lobos, corzos, nutrias, águilas perdiceras o buitres leonados.