En estos tiempos en los que nos ha tocado vivir, a simple vista pareciera que todo está inventado, que la inteligencia humana sea desarrollado de tal forma que todo lo que se pudo idear algún día ya es realidad, a partir de esto la innovación sea convertido en algo tan común que en todas las actividades humanas el avance de la tecnología ha dejado una huella muy marcada que por lo tanto ha modificado el desarrollo de las sociedades.
El turismo como una actividad humana también ha sufrido estos cambios que por medio de procesos adaptativos ha logrado evolucionar junto con el ser humano, ejemplo vivo de esto es la facilidad con la que hoy se puede comprar un tour por Europa o se puede reservar la habitación de un hotel desde un celular, esto ha felicitado inmensamente la actividad turística.
Sin embargo, la virtualidad aplicada al turismo está dejando a su paso una buena cantidad de preguntas que muchas veces nadie contesta.
Una de las características más importantes de la actividad turística es sin duda la generación de lazos humanos de admiración y aprendizaje entre diferentes culturas, esto se da cuando el visitante entra en contacto con personas nativas del lugar que visita, esto es a lo que yo llamo la riqueza real del turismo; quizás esté en peligro pues dentro de este avance tecnológico ha nacido lo virtual que según el diccionario de la real academia de la lengua española es “todo lo que tiene existencia aparente y no real”.
Por supuesto que lo virtual también ha encontrado en el turismo un lebrillo donde echar raíz, pues dentro de los llamados turismos emergentes encontramos el turismo virtual que consta de proporcionar experiencias muy reales de poder visitar lugares del mundo desde sólo un cuarto acondicionado con imágenes 360° con efectos de sonido y clima, en pocas palabras son viajes virtuales de bajo costo comparado con lo que costaría un viaje verdadero.
No se puede negar que es una oportunidad maravillosa de conocer con un gran realismo muchos lugares que van ligados al turismo cultural como museos, zonas arqueológicas o inclusive todo un ambiente como lo son las playas virtuales de Japón, que son espacios cerrados aclimatados con un calor similar al que se siente en la playa, con agua salada, arena y sol virtual que no es igual que estar en la playa verdadera, pero es una experiencia mucho más barata y fácil que trasladarse a una costa.
La virtualidad del turismo ¿será mala o buena? ¿Esto será también turismo? Es necesario saber que el turismo virtual seguramente dará mucho de hablar en el futuro, este tema ha generado investigaciones sumamente interesantes como «Oferta turística virtual, un estudio de metaverso» de Danielle Arruda Gomes y Marília Castelo Branco Araújo que aborda este tema desde la percepción científica.
Lo virtual no se queda solo en los ejemplos que ya se mencionaron, algunas cadenas hoteleras trasnacionales han desarrollado complejos turísticos que ofrecen absolutamente todo al turista en sus instalaciones, playas, restaurantes, venta de artesanías, lugares de diversión nocturna etc. Esto ocasiona que el turista no tenga la necesidad de salir del complejo ya que todo lo que necesita está a su alcance; este tipo de virtualidad no es tecnológica pero si es un riesgo no sólo para el aparato económico de la comunidad sino también para la esencia verdadera de practicar turismo, sin un intercambio cultual, practicando una actividad plástica, muy superficial pero que resulta un éxito.
Lo virtual hoy en día es una opción que agranda el mercado turístico y permite que la oferta sea más completa y accesible para todas y todos, pero si no se atiende y estudia correctamente podría convertirse en un problema que termine por destruir las bases de un turismo sano y responsable.
Recordemos que toda actividad turística debería tener una adecuación turística que fomente la inclusión y el respeto por los distintos factores que hacen posible esta actividad que nos apasiona a tantos.
Es un hecho que la virtualidad jamás podría igualar la experiencia y emoción que nos genera un viaje real, la admiración de conocer otra forma de entender la vida y lo más importante, la sensación de sentirse libre y feliz aunado al respeto por los demás que únicamente el turismo “real” puede generar en un ser humano.