En 2022, el término gentrificación ha cumplido ya 58 años. Fue Ruth Glass, de origen germano-británico, quien en 1964 denominó así el progresivo y notorio proceso de suplantación social que tuvo lugar en los tradicionales barrios londinenses de Notting Hill e Islington. Allí la clase obrera se vio desplazada y sustituida por grupos sociales disruptivos, a los cuales Glass denominó gentry. Por consiguiente, la clase media y media alta de Londres compró y ocupó terrenos del centro, elevando los umbrales mínimos de poder adquisitivo en el entramado urbano.
Ahora bien, indiscutiblemente el descubrimiento de este fenómeno se da desde la esfera social. Pero la propia multidisciplinariedad de la actividad turística nos lleva a preguntarnos cómo repercute este proceso en otros ámbitos.
Como bien reflexiona Abraham Nuevo López:
“La gentrificación, está íntimamente asociada a la expulsión de ciertas capas y clases sociales hacia la periferia más precarizada y empobrecida de las urbes, lo cual, a su vez, suele llevar aparejada la conversión de los barrios obreros tradicionales, situados en los cascos históricos de las ciudades, en lugares de ocio para los turistas y de negocio de distintos agentes inmobiliarios, así como de viviendas residenciales para las rentas media-altas.” (Abraham Nuevo López, 2021: 5)
Gracias al protagonismo reciente del turismo como elemento transformador de destinos, se ha valorizado y comprendido que es necesario estudiar e investigar con profundidad las particularidades de éste para mejorar la gestión y planificación que lleva consigo. En consecuencia, se han desarrollado múltiples trabajos académicos sobre la gentrificación, y hoy en día somos conscientes de que la misma no responde solo a una dimensión sino por el contrario, afecta a planos tan diversos como el social, el urbanístico, el económico, el cultural, el antropológico o el político. En pocas palabras, la gentrificación es un proceso complejo que se debe considerar en la configuración del paisaje urbano de destinos.
Índice
Casos reales de gentrificación
Para conocer mejor algunas de estas aristas, ejemplificaremos a continuación casos reales de estudio en los que el fenómeno turístico ha sido un antes y un después. La gentrificación ha afectado negativamente, de una forma u otra, a las siguientes ciudades:
El despoblamiento en Venecia
El documental llamado “Síndrome de Venecia” de Andreas Pichler (2012) relata crudamente los sucesos que padece la ciudad italiana. Es allí donde el turismo depredador amenaza la supervivencia del destino.
Más de 30 millones de turistas visitan Venecia año a año. Sus habitantes huyen del centro urbano por el aumento del precio de la vivienda y la proliferación hotelera. A mediados de siglo XX la ciudad contaba con 175.000 residente, hoy en día esta cifra es de 50.000 personas y se prevé que en 2030 ya no queden venecianos en el centro de la ciudad. El proceso de reconversión de viviendas es claro reflejo de este proceso: los hogares que antiguamente albergaban a los ciudadanos, hoy en día, son apartamentos de uso temporal dedicados al turismo.
Además, la gran concurrencia de cruceros contamina las costas del Mar Adriático y la Laguna de Venecia, obstruyendo el paisaje visual y degradando el expuesto y frágil patrimonio histórico existente.
La abrupta llegada del turismo a Lastarria
En tan solo cuatro años, de 2012 a 2016, esta zona céntrica de Santiago de Chile pasó del suburbio a la mercantilización. Gran cantidad de locales de moda, tiendas de arte, cafeterías y restaurantes se establecieron de forma repentina debido al poco control con el que se encontraron.
El fenómeno de gentrificación se dio aquí con una mayor intensidad. Reflejo de esto son los incendios provocados intencionalmente en casas antiguas y abandonadas, para que luego se puedan construir nuevas edificaciones comerciales.
Al igual que en muchos destinos latinoamericanos, el intervencionismo y la efectividad de la administración pública en Lastarria es altamente mejorable. La comunidad local se siente desprotegida, sin respuestas, o lo que es peor, sumisa a causa de una notoria indiferencia de sus representantes ante el feroz avance de los lobbies financieros e inmobiliarios.
La turismofobia en Barcelona
Una vez más, se sobrepasa el límite de capacidad de carga que soporta un destino. En la ciudad catalana es frecuente encontrar pegatinas destinadas a extranjeros con frases en inglés tales como de “turist, go home” (“turista, vuelve a casa”) o “Gaudi hates you” (“Gaudi te odia”).
Los vecinos, quienes exigen más regulaciones de la actividad, personifican en los turistas sus disconformidades, los identifican como los causantes de la masificación en espacios públicos y de la internacionalización de precios de los bienes de consumo. Además, la disminución de identidad de Barcelona, al expulsar a comercios o restaurantes tradicionales de sus lugares originales para darle lugar a cadenas internacionales, provoca un impacto negativo. Pierde así las costumbres de su gente para transformarse, poco a poco, en una más de las modernas ciudades cosmopolitas.
Por otro lado, la entrada disruptiva de plataformas como Airbnb han provocado que los alquileres de zonas como Distrito del Ensanche, El Raval o Barrio Gótico hayan elevado notoriamente sus valores a tal punto que muchos residentes se vieron obligados a desplazarse a Badalona, Mataró o Sabadell.
Si bien cada ciudad, cada región, cada población denota rasgos distintivos que justifican los estudios particulares de cada caso en concreto, también encontramos características comunes en los procesos turísticos de gentrificación, entre los cuales destacamos:
- Internacionalización de precios en los bienes y servicios
- Aumento de alquileres en términos reales
- Pérdida de identidad y de cultura autóctona
- Sobreexplotación de espacios y bienes públicos
- Trato despectivo de la comunidad local hacia el turista
Hoy en día, cada vez son más los organismos gubernamentales que deciden tomar medidas para regular la actividad. Tal es el caso de Roma, Reykjavik o Nueva York. No obstante, a escala global, la debida consciencia sobre sostenibilidad turística en destinos, recién comienza a tomar cierta relevancia.
El respeto de las capacidades de carga sobre atractivos naturales o culturales es mucho más evidente, es decir, fácilmente podemos ver un cuadro perjudicado por los flashes o una playa llena de desechos plásticos. Pero los impactos negativos de la gentrificación son, en muchos casos, mucho más difusos e imperceptibles. El turista generalmente se deja llevar por sus ansias de consumo, por sus ganas de vivir experiencias inolvidables o por la necesidad de compartir en las redes sociales sus vivencias, y muy difícilmente pueda percibir, y menos aún, conocer y valorar a las comunidades locales que fueron desplazadas para que esto suceda.
Lamentablemente, la competitividad entre destinos turísticos, junto con su variada oferta, hace que, cuando los impactos negativos de la explotación dañan la experiencia o los atractivos, sea mucho más rentable y conveniente, en el corto plazo, encontrar otro lugar similar con potencialidades turísticas antes que trabajar en recuperar y revalorizar las zonas afectadas.
Queda en evidencia que el posible interés de las empresas por desarrollar, insistentemente, la actividad puede colisionar con las decisiones que se tomen para gestionar los destinos de forma sostenible.
En síntesis, bajo un contexto global en el cual la masa de turistas, junto con la población mundial, se incrementa año a año, la gentrificación cada vez tendrá más peso en lo referido a la preservación de destinos. En un proceso de desarrollo turístico natural y espontáneo, resulta de suma importancia comenzar a prestar especial atención a la creación y coordinación de iniciativas que minimicen los efectos negativos de este fenómeno, para así dar prosperidad a las experiencias que disfrutan los viajeros.