«Turista vete a casa, no eres bienvenido» Ese es uno de los mensajes con los que se encuentran los visitantes que recibe Barcelona. El problema es que no se queda sólo en un mensaje; últimamente se está traspasando la línea roja y se están llegando a realizar toda clase de actos violentos.
Este fenómeno, que ya se está trasladando a otras ciudades españolas, es una de las consecuencias de lo que se conoce como «turismofobia«, o lo que es lo mismo, el rechazo a todo lo que tiene que ver con el turismo en el entorno urbano, que es donde se produce el conflicto entre turistas y locales.
Es indudable que el turismo es un sector básico para la economía española, ya que viene a representar algo más del 11% del PIB anual de nuestro país, lo que se traduce en unos ingresos derivados de esta actividad altos no, lo siguiente. Entonces, ¿dónde está el problema? Para entenderlo mejor debemos analizar las causas del mismo, las cuáles podemos resumir en 4 conceptos básicos: masificación, pisos turísticos, turismo de borrachera y bajos salarios.
Si hacemos un cocktail con todos estos ingredientes podemos deducir que a las personas que residen en las zonas donde suceden estos fenómenos les importan poco o nada todas las cifras de crecimiento positivo y de empleo derivadas del turismo, ya que no repercuten en ellos de una forma especialmente positiva.
Así pues, llegados a este punto surge la gran pregunta: ¿Qué hacer al respecto?
Rajoy afirmó recientemente que a los turistas «hay que mimarlos», ya que dan de comer a muchas personas y son la base del crecimiento de muchas empresas y, en consecuencia, del país. Personalmente estoy con Rajoy, puesto que no tiene sentido atacar nuestro sustento, y menos de forma violenta, pues el que emplea la violencia con fines reivindicativos pierde toda razón -en caso de tenerla- pues el fin no siempre justifica los medios.
Sin embargo, aunque soy un firme defensor del turismo como fuente indiscutible de riqueza y prosperidad, pienso que sí, que hay que replantearse muchas cosas. Turismo si, por supuesto, pero ¿qué turismo? El primer paso para solucionar este problema es reconocer la complejidad del mismo. No hay que creer a los que culpan al sector de todos los males de su ciudad, pero los que estamos inmersos en esta fantástica actividad sabemos que:
- El turismo por sí mismo no es ni positivo ni negativo. Todo depende de las políticas y de la planificación que se haga del mismo, y de que estas tenga consecuencias negativas o positivas en el destino.
- El crecimiento y los beneficios económicos, sociales o medioambientales del turismo no están necesariamente relacionados entre sí.
- El crecimiento no debe ser el único fin del desarrollo turístico de un lugar, puesto que, si no se hace en base a unos controles lógicos, lo más seguro es que se cree una burbuja que con el tiempo se pinche, como sucedió con la construcción, y que el destino entre en decadencia y «muera de éxito».
- Los habitantes locales tienen mucho que decir en el desarrollo de una ciudad como destino turístico, y deberían ser partícipes de algún modo de dicho desarrollo.
Por todo ello recalco que es necesario reconocer el problema y empezar a hacer políticas lógicas, efectivas y sostenibles, para contar con un turismo económicamente viable a largo plazo, respetuoso con el medio y adaptado a la capacidad de carga de los espacios culturales, así como participativo entre las poblaciones autóctonas y los viajeros. De lo contrario, pan para hoy y hambre para mañana. Es momento de debatir y de actuar al respecto.