En esto de andar recorriendo distancias, dejándose llevar por rutas, senderos… las compañías pueden adquirir vital importancia. No siempre serán “humanas”. A cada uno de nosotros la vida, las circunstancias, nos involucra de manera distinta. Y es bastante normal que aquellas llamadas mascotas (por ejemplo), pasan a compartir de manera incondicional gran parte de nuestras horas, días… vivencias.
En mi caso quiero dejar plenamente explícita cuál ha sido mi experiencia en casi diez años junto a Bart (labrador), desde que llegara al seno familiar, con tres meses de vida.
Nacido en la ciudad de Río Cuarto (provincia de Córdoba) a la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires – La Plata – , para después radicarnos en esta Patagonia argentina. Un viajero de aquellos: miles de kms., buses, automóviles, pernoctar en hoteles, cabañas, alojamientos, etc. Y no todas son experiencias placenteras: en la ciudad de La Plata sobrellevamos inundaciones terribles en el año 2013, con muchas pérdidas humanas… o a los pocos días de llegar a la Patagonia, el fallecimiento de mi esposa.
Para mi hijo y para mi, Bart fue un compañero de fierro que nos ayudó en todo momento a sobrellevar estos difíciles momentos, también temas de salud, etc., etc. O sea: a la hora de optar por “una mascota”…se opta por un integrante más de la familia y todas las experiencias que se sucederán… sin solución de continuidad… y ese es el “problema”: los años se suceden demasiado a prisa. Por ello hay que disfrutar de todos esos momentos; pasa a ser prioritario, no se repetirán JAMÁS… y engrosarán ese arcón de recuerdos, esa síntesis de amor y sentimientos a la que nosotros y solo nosotros, tendremos acceso.
No teman involucrarse, tomar la decisión de incluir familiarmente a “un peludo de cuatro patas”, abre las puertas a un universo que los humanos estamos olvidando: compartir…compartir en miradas, juegos, vivencias, viajes… dejemos un poquito de lado a la cibernética, a las pantallas, a los móviles… probemos con amor, caricias… será un hermoso ejemplo para hijos, nietos…experiencias de vida.
No le temas a pelos diseminados… despertar con una mirada paciente invitándote a un paseo matinal, con una pelota en su boca: relaja, nos hace olvidar – por lo menos por unos minutos – que vivimos en un mundo en crisis. O cuando se nos hace difícil comenzar duras jornadas, a sabiendas que existen penas, dolor detrás de cada rincón: “alguien” seguramente estará a nuestro lado… o en el regreso al hogar: inexorablemente un hocico ansioso, una cola moviéndose, una mirada directa a nuestros ojos: son ellos.
Siempre recuerdo: tantas veces buscamos a los ángeles en el cielo, y los tenemos a nuestro lado, al alcance de nuestros corazones… y caricias.
El amor no se compra ni se vende… es un derecho de todo ser viviente…mas allá de razas, especies, ¿probamos?