Son las 8:16 de la mañana de un fresco día de noviembre. Me encuentro sentada frente a infinidad de figuras pentagonales, puedo apreciar cada ángulo de los prismas basálticos. Así se respira la naturaleza en su mayor expresión geológica, así inicia mi día en Los Comondús (estado de Baja California Sur).
En una escondida y fértil cañada, que como una grieta se abre en el corazón de la Sierra de la Giganta, se asientan los pintorescos y antiguos pueblos de San Miguel y San José de Comondú. La distancia entre uno y otro se transita bajo la sombra de los altos palares y acantilados, con el suave murmullo del agua corriendo por las acequias (SECTURBCS).
Los Comondús se han convertido en una alternativa turística de Baja California Sur, aquí los visitantes podrán disfrutar de un escenario donde el pasado se resiste a abandonar su territorio. Este histórico paraje luce como una gema incrustada en el desierto que nos ofrece una clara visión de la reciedumbre de los pobladores, quienes presentan la manera de vivir en armonía con su medio ambiente natural.
Desde la calle, el imponente monumento de la Misión parece gritar las voces de fe de los primeros evangelizadores. En la tranquilidad, escucho el bullicio de los catadores del vino misional, allí un grupo de jóvenes bailan sonrientes rondas folklóricas. Entre el perfumado olor a fruta: higos, mangos, viñedos que ascienden en espiral, veo a una amable mujer de pelo entrecano que observa en una columna.
— Hermosa la tradición artesanal del tejido en palma, le digo.
— Todo esto es mi comunidad, me contesta. Bienvenida a Los Comondús.
El entusiasmo con que me habla me hace sentir ganas de dar un paseo, así es que me dirijo a recorrer el oasis hasta llegar a las pinturas rupestres del lugar. La caminata me lleva directamente donde estuvieron los primeros Californios. De regreso al pueblo, el sol brilla, y un grupo de personas reunidas en la cocina del huerto, están preparando unas deliciosas empanadas de frijol dulce y café de grano para todos los que quieran acercarse a comer. Parece un final perfecto para mi aventura en Los Comondús; encontrarme en un lugar donde hay personas cálidas que ríen, se ayudan unos a otros y quieren prolongar la hospitalidad todo lo posible.