En esta ocasión queremos resumir las ideas principales que se expusieron en las XI Jornadas Universitarias de Turismo Religioso, organizadas por la Universitat de Girona y la Fundación Abadía de Montserrat 2025. El tema de esta edición se centra en el viaje interior y exterior, a través de la figura de San Ignacio de Loyola, peregrino y autor de uno de los pocos métodos cristianos para la iluminación. Contextualmente, las jornadas se enmarcan con el año jubilar 2021-2022, que conmemora el 500 aniversario de la llegada de San Ignacio de Loyola a Manresa.
Las jornadas se desarrollaron a lo largo de dos días y medio en el Santuario de Montserrat (Barcelona, España). Entre los ponentes se encontraban padres jesuitas, turismólogos y profesionales del turismo. Algunos de los nombres propios fueron: Padre Manel Gasch, Abad de Montserrat; padre Xavier Melloni; señor Carles Marcet; doctora Sílvia Aulet; doctora Marta Burguet; señor Albert Tulleuda y padre David Guindolain.
A continuación presentaremos algunos de las ideas fundamentales que, lejos de ser un compendio de verdades lapidarias, a menudo se presentaron en clave interrogativa.
Uno, el paralelismo entre vida y viaje o peregrinaje. El común denominador de todos es el movimiento. Sin embargo, tal vez en la hipermovilidad y el gran aumento de viajes turísticos de nuestros tiempos tienen que ver con una angustia vital, un intento por huir de nosotros mismos y de nuestros fantasmas, el horreur du domicile de Baudelaire. Aquí, se abre la pregunta ¿y esto, es beneficioso para el alma? Y sin embargo, en el movimiento puede llegarse a un no-espacio y a un no-tiempo que, lejos de ser estériles como los descritos por Marc Augé, nos permiten reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás, abriéndonos a un mundo mucho más amplio del que habíamos partido. Nos movemos, caminamos, en busca de sentido.
Dos, ya se ha dicho muchas veces que el peregrinaje es un movimiento interior y exterior al mismo tiempo. Estas dimensiones pueden distinguirse, pero no deberíamos intentar separarlas, sino re-integrarlas en nuestra persona. Estar unificado interiormente es un mérito y una condición para abrirse al mundo. Si buscamos fuera lo que deberíamos buscar dentro, nos llenamos de desasosiego.
Tres, relacionada con la idea precedente, el peregrino ha oído una llamada interior que lo atrae a un lugar exterior. Sabe hacia dónde se dirige, mas no cómo o por dónde va a transitar hacia ese lugar. Precisamente por esto, el arquetipo del peregrino nos interpela íntimamente en momentos de incertidumbre íntima y política como los actuales. La transformación del peregrino en este viaje pasa por que consiga desapropiarse o desapegarse: ser receptividad y nutrirse de aquello que le sale al paso. Acaba dándose cuenta que el destino exterior es también interior y que éste nunca se alcanza realmente, pues la llegada es siempre un nuevo punto de partida.
Cuarta, tenemos el tiempo y el espacio. Idealmente un peregrino no tiene agenda (planes), aunque esto es de difícil reconciliación no solo con el modelo turístico actual, sino con el estilo de vida occidental en general. Pero la relación con el tiempo no termina aquí, a medida que camina entra en un tiempo distinto al ordinario, quizás más pausado, ya no cronológico, sino kairológico. Físicamente, los estudios muestran que su paso se hace más lento a medida que pasan los días, aunque las primeras etapas sean más escarpadas.
Por lo que respecta al espacio, aprende a caminar de forma sagrada, es capaz de distinguir lo que ocurre a su alrededor más allá de la vista. La percepción sensorial se agudiza, pero también formas de percepción sutiles e intuitivas. Aprender a distinguir qué es lo que infunde vida y qué es lo que causa muerte. Es también aprender a andar de forma regenerativa, de forma que sanemos nosotros y sane la tierra. Así se re-sacraliza también la vida: recuperando la capacidad humilde de sentir y dejar ir o, dicho de otro modo, la capacidad de ir más allá y más acá de todo.
Igualmente respecto al espacio, Dios se encuentra en el mundo, el mundo es medio divino, todo es lugar de encuentro con Dios, posibilidad de transformación. Por eso queremos estar presentes en todo, solo que debemos saber discernir los momentos para cada cosa. A la vez, Dios me acompaña siempre en mi interior, nunca camino solo, me transforma y lo transformo a la vez. El hombre es co-creador, junto con Dios (idea nueva de la Época Moderna). Estar presentes, aprovechar cada acción y ser ejemplo de vida deviene lo importante. El santuario, el camino, es un lugar de intercambio con la divinidad, así como un lugar de identidad personal y colectiva.
Hasta aquí se resumen las tres grandes dimensiones del turismo (peregrinaje) transformador: personal, social y ambiental, que conformaron el grueso del discurso de las jornadas, junto con la biografía y obra de San Ignacio.
Para ilustrar un cambio de actitud entre los profesionales del turismo (asistentes mayoritarios) vale la pena también destacar que dos afirmaciones completamente opuestas suscitaron debates de intensidad notable: que un ponente hable de “los turistas” despectivamente como masa anodina y que otro afirme que el turismo es [solamente] un negocio.
Desde ya, las sesiones de las jornadas (en catalán los dos primeros días y en varios idiomas la tercera mañana) están disponibles en el canal de Youtube de la Abadía de Montserrat.