He tenido la oportunidad de irme a dos veces a un summer camp (campamento de verano) en Estados Unidos; estos programas para estudiantes son una gran oportunidad para cruzar las fronteras y vivir una experiencia cultural.
Son muchas las aventuras que uno llega a vivir en los campamentos, y los viajes no se quedan atrás. Uno como staff o counselor en sus días libres puede quedarse a hacer las diversas actividades que los campamentos ofrecen a los campers, o también conocer la ciudad o pueblos cercanos.
Maine es el estado donde estuvo mi primer campamento. En mis días libres me iba al lago a nadar o hacer kayaking, pintar, rifle o cabalgar. Pero también tenían la gran idea de que, en una lista, se escribían las salidas con fecha y hora, y era el campamento quien ponía el transporte: una inmensa ayuda y oportunidad para convivir con todo el staff.
Visité malls donde nos íbamos de compras, pueblos cercanos a mi campamento, conocí la vida de sus habitantes junto con sus tiendas vintage, lagos, visité la ciudad de Portland con mi amiga húngara y conocí por primera vez el mar Atlántico, sus iglesias, universidades, cientos de tiendas, nos deleitamos con las golosinas e infinidad de establecimientos de comida y mucho más.
A parte de estas salidas que uno podía hacer en sus días libres, al ser contratados a través de las agencias, ellas establecían el requisito de que los campamentos debían darnos actividades que nos involucraran con la cultura del país.
La actividad que dio mi primer campamento a todo el staff internacional de cocina, y que nunca pensé en ver, fue un juego de baseball. Nos llevaron y compraron las entradas de un partido donde jugaba la casa: The Portland Sea Dogs Baseball Team. Ni siquiera imaginaba que duraran tanto esos partidos, pero ver los home run sin una transmisión televisiva era todo distinto; al término nos paramos en Downtown y comimos por primera vez en un restaurante tailandés (esto si lo pagamos nosotros).
La segunda vez que regresé fui contratada por un campamento en Pensilvania, la actividad cultural que nos brindó el camp fue una visita a la imponente ciudad de Nueva York, siendo la primera vez que casi todo el equipo internacional la conocía vez. Llegamos a la gran manzana a través del famoso ferry de Staten Island y apreciamos a los lejos los rascacielos y la Estatua de la Libertad. Estando ahí nos paramos a tomar cientos de fotos por todos lados, comer helados increíbles, caminar por Central Park, entre otros. Eran muchas actividades que nos hubiera encantado hacer que una visita de un día limitaba bastante.
En mis días libres del segundo campamento, aprovechaba las actividades o espacios, como ver películas, jugar con mis amigas, montar a bicicleta (después de muchos años) por los alrededores del lago y darme unas caídas que no olvidaré.
En cuanto a salidas, fuimos a las outlets donde aprovechábamos los descuentos y regresábamos con muchas bolsas de compras. En las tiendas, parecía increíble que todo estuviera a $1 USD, y tenías el impulso de llevarte todo cuando realmente no lo necesitabas, además había restaurantes de comida rápida, cine, etc.
De tantas actividades por hacer, viví otra que tampoco pensé. Un fin de semana en Filadelfia, Pensilvania.
Mis amigas y yo organizamos el viaje. Buscamos y decidimos qué lugares visitar, seleccionamos el hospedaje y decidimos experimentar por primera vez con AirBnB, el transporte, etc. Nuestro jefe y compañeros de su equipo eran increíbles: nos pagaron el hospedaje y nos acercaron al autobús.
Llegando a Filadelfia vimos Independence Hall, el monumento donde se llevó a cabo la Declaración de Independencia de Estados Unidos y junto a él la famosa Liberty Bell. Nos deteníamos en cada tienda que nos llamaba la atención, y nos paramos a comer en varias ocasiones en el Reading Terminal Market, uno de los mercados públicos más grandes y viejos del país, abierto en 1893. Ahí probamos los famosos y ricos Philly cheesesteaks.
Otra actividad obligatoria era seguir los populares Rocky Steps. Caminamos por Benjamin Franklin Parkway hasta llegar al Museo de Arte de Filadelfia, donde nos tomamos fotos junto con la estatua de Rocky.
Visitamos también una de las diversas casas de Edgar Allan Poe con entrada gratuita, donde pudimos leer y conocer acerca de la vida del escritor.
Turisteamos también Chinatown de Filadelfia, ahí hicimos compras y probamos postres muy curiosos.
Caminamos por toda la ciudad y apreciamos el arte de las calles con nuestras anécdotas como querer tomarnos una foto con fondo del Puente Benjamín Franklin, pero llegar literal a la subida del puente.
Son muchos los recuerdos y aventuras que uno puede llegar a vivir en un programa que a simple vista parece corto, pues solo es un verano, pero aprovechando cada momento y oportunidad, pareciera que se vivió mucho más del tiempo que duró un summer camp.