A lo largo de mis –no tantos– años de “vago” he identificado una pregunta que intriga a las personas: ¿por qué viajas? A pesar de tener infinidad de razones, prefiero encogerme de hombros y regalarles una sonrisa.
Los motivos para emprender la aventura son personales y no siempre coinciden con los de un viaje anterior. Somos seres cambiantes y complejos: a veces necesitamos descansar, otras celebrar; de vez en cuando surge la necesidad de renovarnos, de huir de quien fuimos y renacer de la nueva experiencia. Sin importar las razones –unas tan válidas como las otras–, iniciar una travesía siempre supone un sueño por cumplir.
Mi inspiración ha surgido de películas como Indiana Jones and the Temple of Doom o de lugares que cambiaron el curso de la historia (Sachsenhausen, por ejemplo). Decidir el próximo destino nunca ha sido difícil, ¡basta con echar un ojo al bolsillo, revisar el bucket list, y definir qué tan lejos puedo llegar!
Como sabes, inspiración y dinero no es lo único que se necesita para levantar el vuelo, el tiempo también es un elemento crucial. A pesar de haber viajado ampliamente durante mi época estudiantil, mi actual estatus “Godín” no me permite recorrer el mundo tanto como quisiera. No es que busque pasar seis meses “mochileando” (que sí), pero al menos tres semanas me parecería adecuado. En fin, no siempre se gana y recorrer un par de ciudades por algunos días es una experiencia que atesoro.
Hablando de dificultades, viajar es una de las pocas actividades que no se facilita a medida que adquieres experiencia: está llena de retos e incluso de pérdidas. Estafas, robos, trenes demorados, confusiones con el tipo de cambio, homesick… Mis traqueteadas aventuras son algo que con gusto te compartiré. Spoiler alert: ¡al final, nada opaca la felicidad que provoca llegar a ese lugar!
Si he de continuar sincerándome, mi inspiración también surge de las canciones que me han acompañado a lo largo del camino. Ya sea durante el vuelo o mientras me provoco ampollas, son ellas quienes embellecen mi mundo.
Al reproducir mi playlist cierro los ojos y estoy aquí, bordeando el Báltico en bicicleta, tratando de absorber cada rayo de sol, paseando sin rumbo como si mi juventud fuera a durar por siempre. Giro la cara y presencio la melancólica interpretación de un violinista que da la espalda al Palacio Real de Madrid; es la canción favorita de mi mamá, desearía que estuviera aquí… En medio de la añoranza, ¡sonrío inesperadamente por aquella vez que, degustando mole y mezcales, terminamos bastante “felices” por las calles de Oaxaca! ¡Ese soy yo, esas son mis motivaciones!
¿Ahora comprendes por qué es más fácil encogerme de hombros y sonreír? Viajo porque me brinda felicidad, porque abre mi mente, porque es un respiro para seguirme conociendo, porque me acerca a más amigos; porque elijo pensar que –al final de mis días– añoraré cada sabor, cada idioma, cada momento invertido en conocer el mundo. Viajo cuando y como puedo, sin preocupaciones ni imposiciones. Viajo porque comprender nuestros orígenes me une más a ti, a quien ahora le pregunto: ¿por qué viajas?